Una guerra, como un juicio, nunca es buena noticia ni aunque se gane. Os lo digo yo, que encima las perdí todas. Y no es algo sobre lo que se nos ocurran chistes graciosos, a menos que seas un Gila. Más allá de los análisis geoestratégicos, que debe haberlos y son imprescindibles para saber qué ocurre y cómo actuar, allí muere gente. Muchísima. Hombres mujeres, niños, ancianos, perros, gatos, incluso soldados… Una de las cosas que a ha sacado a la luz este espantoso conflicto es que Putin no solo ha recuperado la bandera de la Rusia imperial: a los modos de la tiranía de corte asiático propia de los zares ha añadido los adquiridos como oficial del KGB. El Zar Nicolás II envió por millones a jóvenes y campesinos, los mujiks, como carne de cañón durante la Iª Guerra Mundial y el tiro le salió, literalmente, por la culata (una ola para Lenin). Un abrazo también a todos los jóvenes, los engañados y malequipados soldados rusos arrastrados al frente, y a sus madres y familias, y a todos los que sufren la represión en Rusia por oponerse a esta guerra. Ojalá, como bromeaba Gila, dejen de llegar al frente los cañones con agujeros.
