Con el Año Nuevo solar, el 8-M y la Ofrenda a la Geperudeta terminó marzo
Marzo es un mes de acontecimientos relacionados con cambios de año y de ciclo. Antiguamente el año nuevo comenzaba en marzo. Arraigado en la cultura y tradiciones agrícolas desde el neolítico, se celebraba la quema de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo, el renacer de la vida.
En Valencia de esa celebración ancestral acabaron derivando las fallas hacia finales del s. XVIII y se consolidaron al siglo siguiente. Eran algo así como nuestros “carnavales”, alegres y dispersas.
Siempre vistas con sospecha y rechazo por el poder de turno, tuvieron su época de esplendor con la República, se multiplicaron en tamaño y número, y en 1931 se instauró la figura de la Fallera Mayor para reforzar la fiesta en toda la ciudad.
Como muchos otros ritos anteriores al cristianismo, las celebraciones encarnadas en las Fallas sufren una doble apropiación: de significado por parte de la Iglesia y de contenido por parte del poder.
En 1941, la dictadura crea la Junta Central Fallera, una auténtica Brigada Político-Social para controlar y “disciplinar”el mundo fallero. A pesar de que con el triunfo franquista las Fallas pierden casi el 90% de sus miembros, hasta bien entrados los años 50 todavía el 90% de las fallas son habitualmente censuradas, lo que demuestra su increíble arraigo popular y antifranquista aun en los peores momentos.
Por su parte, la Iglesia instaura en 1941 un rito inexistente hasta entonces: la ofrenda a la Virgen de los Desamparados, apropiándose también aquí de un elemento central del rito, consciente o inconsciente, que escenifica el culto a las antiguas diosas de la fertilidad.
En las culturas antiguas y con el paso a las sociedades agrícolas, las deidades de la Vida y de la Muerte y guardianas del Inframundo, dieron paso, se transformaron o asumieron, según los casos, el papel de diosas de la fertilidad de cosechas y hembras. Muchas de éstas fueron convertidas por la Iglesia en “Vírgenes Marías”, de las que cada pueblo tiene al menos una (algunas grandes urbes tienen dos, como equipos de fútbol).
Y la Iglesia, que pretendía resignificar y cristianizar las Fallas, también abrió una grieta por la que se ha ido colando una peculiar visión del rito de la ofrenda a una Virgen con características propias.
La Maredeueta dels desamparats
La Verge tiene unos rasgos particulares. El primero, es que es Madre de todos y todas. No es una Virgen guerrera que abandera tropas, como la del Pilar o Covadonga. Aunque la nombraran Generalísima de los Ejércitos de Tierra y Mar durante la guerra de la Independencia por unos supuestos milagros dignos de Sant Antoni de Gavarda (o sea, que no hizo ninguno). Ni tampoco a quien rogar para que “interceda por nosotros pecadores”, como la virgen de las Mercedes, patrona de los presos, o María Auxiliadora, virgen de los sicarios. La Geperudeta es la madre de todos, pero sobre todo de los inocentes y los locos, los huérfanos y desamparados. De los más desvalidos. De los que ni siquiera pueden, saben o tienen a nadie que rece por ellos. De los olvidados.
Y el segundo rasgo, es que también es la Madre de Dios. El protestantismo, a pesar de que se presenta históricamente como renovador y reformista, retrocede ideológicamnete al dios precristiano, anterior a Jesús o al islam. A la adoración del dios bíblico del castigo y la venganza, al culto al “destino manifiesto”, al “pueblo elegido” y el supremacismo, convirtiendo a la Virgen María en poco más que una partera o la nodriza de un bebé, pues los imperios anglosajones ya no necesitan apropiarse de las deidades de los pueblos conquistados (como el romano o el español) porque no pretenden incorporarlos o absorberlos sino exterminarlos. Por eso la Verge dels Desamparats no solo es la madre de Cristo, sino la mismísima Madre de Dios Todopoderoso. Encarna a diosas como Coatlicue, la madre de los dioses mexica, la Pachamama andina, la Dana celta (Gaia), Ataecina o la Diosa Madre íbera.
Aquí no se reza a Dios sino a la Maredeueta. Y si dicen que no hay nada por encima de Dios, en València lo está su Madre, la Geperudeta (la jorobadita) inmensa en su bondad infinita. Y a través de ella a esas antiguas deidades del mundo, de la vida, la fertilidad y la muerte reencarnada en un trozo de madera es a quienes se rinde homenaje en la ofrenda. Por eso hasta los ateos lloran de emoción en la ofrenda. Bueno, por eso y por el humo omnipresente de la pólvora, eso también ayuda un poco. Vale, bastante.